Cuanto más fea sea, mejor

Llevo mucho tiempo dándole vueltas a una cuestión que me tiene en un sinvivir, pero creo que tras mucho meditar he dado con la respuesta. ¿Por qué hay tanta foto fea en la fotografía contemporánea?

Hace años que voy peregrinando de exposición en exposición, cuanto más moderna mejor, con el fin de abrir mi mente a nuevos lenguajes  que iluminen mi concepción clásica y bressoniana de la fotografía. Sin embargo, estaba llegando un momento en el que no podía más, me resultaba ya casi insoportable posar la mirada sobre tanta foto incómoda de ver, de belleza distraída, antiestética, de escuela privada sectaria.

No faltará el listo que ahora mismo esté pensando que lo de «feo» es un juicio de valor completamente subjetivo, que lo que para mí es desagradable para otro puede no serlo. Parafraseando a Coco Chanel, alguien podría decir que no hay fotos feas, sino fotós que no han sabido arreglarse con Photoshop. Pues no, ahí van una serie de pruebas irrefutables. Se puede decir sin miedo que una foto es fea si:

  1. Al pasar por delante de ella en una exposición es inevitable arrugar la nariz, entornar los ojos y mirar a ambos lados en busca de una respuesta que nunca llega. A menudo el vigilante de la sala se encoge de hombros en un gesto de complicidad.
  2. No sacas el móvil para fotografiarla como recuerdo, o si lo haces que sea con esa sonrisilla que antecede a enviarla al grupo de WhatsApp en el que ponéis a parir todo.
  3. Si ese grupo de señoras mayores, que a veces acaba por error en las exposiciones modernas, están comentando entre ellas «mi nieto sí que hace unas fotos preciosas».
  4. Si se parece a las fotos que te mandó un amigo acerca de cómo iban las obras de su casa nueva.

Cuando la foto gusta la reacción es distinta. Foto de Teodora Dakova.

Es decir, hay criterios sobradamente universales para saber que las fotos son feas. ¿Será entonces que el autor de la foto está incapacitado para ver la fealdad? En fotografía se habla mucho de la carga emocional que lleva asociada normalmente una foto por circunstancias derivadas del momento de la toma. No hay nada de eso, no hay espacio para el romanticismo cuando se trata de pegar el pelotazo conceptual. No, amigos, no. Ellos lo saben bien. Lo hacen a propósito, pero yo les he descubierto. Hacer fotos poco agraciadas son todo ventajas, tantas que yo creo que no volveré a hacer una foto agradable nunca más. Os lo demostraré.

Comenzaremos con una razón de peso: el ahorro en equipamiento y tiempo. Imaginad que necesitáis introducir algún tipo de motivo vegetal o floral en vuestro proyecto fotográfico. Tenéis la opción de comprar un buen pepino macro, de esos que valen más que todos mis estudios, y luego ir hasta hasta la cima de no se qué montaña en busca de la planta que sólo florece el 29 de febrero. O tenéis la opción de pegarle un flashazo con el móvil al primer seto con el que os crucéis. Está claro, ¿no?

Foto de M. Denyer

Foto de Valerio Platania

La segunda razón del triunfo de lo desagradable está en lo útil que resulta para tapar todas las impericias técnicas que tanto abundan en el panorama emergente. El tiempo dedicado a saber a qué huelen los papeles de los fotolibros en lugar de a controlar unas bases técnicas mínimas se acaba evidenciando. Ante el peligro de que la gente descubra que ni siquiera sabes lo que son los esquemas de iluminación (¡cómo se puede vivir sin saber eso!) ellos dejan caer esas fotos grotescas en las que no hay espacio para el debate de la calidad técnica. Eso y alguna frase del tipo «la técnica no me interesa, eso es para gente que no tiene la mirada madura». Pero claro, vamos a pasar hambre como tengamos que elegir restaurante atendiendo a las fotos de la carta hechas por los modernos.

Foto de Alamy

Foto de Louis Porter

Y una última razón que suelen esgrimir para seguir haciéndonos daño a la vista es que el mundo está lleno de cosas desagradables, que hay cierta poesía en lo incómodo, en la monstruosidad, en lo decadente. Vamos ver, todo el mundo sabe que la gente se aficiona a la fotografía para mostrarle al mundo todo lo bello que hay en él, para capturar lo hermoso de la vida, que si no es tan hermoso a simple vista ya lo será tras pasar por el Photoshop. Pero claro, los modernetes tampoco controlan mucho el tema del Photoshop y, como ellos no le tienen miedo al flash, una vez que se pasan luego no saben arreglarlo con el ajuste de curvas.

Foto de José Antonio Fernández

Foto de Tatjana Schloer

En conclusión, la belleza puede ser algo subjetivo, pero lo que está claro es que no te vas a comer una rosca en el mercado contemporáneo como les sigas teniendo cariño a tus fotos. Cuanto más te repulsen más cerca estarás de la fama.


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