Como ya decía el borrachín de Ernest, París era una fiesta. Aquello estaba relleno de fotógrafos, muchos españoles y… sí, ya sabemos qué pasó.
Pero no voy a volver con el regocijo de los premios, ese nuevo mundial de fútbol y sus celebraciones coperas. Porque lo importante de ParisPhoto no son los libros, chèrs, es el business.
Tengámoslo claro: el momento decisivo de un fotógrafo es cuando hace una exposición. Lo de los libros es, ejem, top-manta. Un fenómeno de masas (o masillas) de fotógrafos que no se pueden pagar producir una exposición de tamaño mediano, tener un galerista que te la mueva, un art-dealer que vele por tus ingresos, estar en la crème de la crème. Así que, ha llegado el momento: ¡Exponte ya o será demasiado tarde!
Pero no hay que dejarse engañar, porque no me refiero a todas las exposiciones. Las colectivas están bien: conoces gente; sirven para que tengas unas líneas más en tu currículum; las inauguraciones (vernissage para los que van de vanguardistas con barniz “cosmopaleto”) son más variopintas siempre; tienen cierta repercusión en los medios locales (qué bien queda salir en el periódico de tu ciudad); y sirven para lo que se va a estas cosas, esto es: hacer contactos y relamernos unos a otros.
Lo que realmente vale es la exposición individual o “a solo”, que queda más lírico. Ahí es donde se cuece el bogavante, donde el fotógrafo se la juega, como el hombre en las distancias cortas. Como podréis imaginar, tengo una contrastada experiencia en este tipo de saraos y me permito unas pequeñas sugerencias para que salgáis lo más dignamente posible del lance…, o del trance en algún caso. Ahí van:
Fundamental, como se ha enunciado previamente, es la inauguración. Se ha de servir con un buen vino, un catering que ya se sabe que desaparecerá en nanosegundos; porque esos que tan ansiosos están haciendo cola para felicitarte parece que hacen ayuno y abstinencia de una semana para el evento y se preguntan en voz baja el título del disco de Siniestro Total aquí reproducido.
Esto es solo para que el galerista tenga su momento de gloria, los amigos su cena, los trepas sus contactos y el fotógrafo se agarre una tajada épica que le haga olvidarse de los terribles momentos pasados organizando la muestra: luces, marcos, espacio de galería, «¿qué pongo?», «¿qué me pongo?», catálogo, cartelas, «¿están alineadas las fotos?», «¿realmente es así como quiero que estén?», las siempre malvenidas sugerencias de amigos y familia que hacen dudar de su valía… Esas decisiones que pueden arruinar absolutamente ese trampolín para pasarse una temporada tranquilo, sin sufrir por pagar alquiler y demás.
Esta claro que también depende de la manera que uno tenga de enfrentarse al momento decisivo de la exposición. Si se le quiere dar ese toque moderno, hipster, décontracté o casual para decirlo de manera que todos lo comprendan, no es necesario que las fotos estén enmarcadas sino todo lo contrario: cuatro puntas de acero clavadas en la pared sujetando cada foto, a ser posible de un tamaño mega-grande, e impresión con plotter, y arreando. Claro, que aquí no va a vender, porque ni a los amiguetes le interesará comprar algo que va a estar hecho trizas en cuanto lo quiten… si es que sobrevive. También queda muy moderno reutilizar marcos por n-ésima vez y que se note la cola a pegotes, las juntas estén disjuntas y no cuadren. Y no digamos ya si las fotos hacen unas olas que parecen moaré de aguas: un gran efecto. Si se reciclan diferentes maderas para los marcos eso ya no es fotografía (es arte y no entra en esta clasificación) y está claro que no le harán ni caso a las fotos, lo cual puede ser una ventaja.
Si por el contrario tus fotos están bien enmarcadas (o sin marco pero con enganche en la pared inadvertido), bien iluminadas, se disponen con un orden que pueda crear “lenguaje fotográfico” pero sin pasarse de elitista o listillo, las copias son de buena calidad y el sitio deja que se contemplen con gusto, las cartelas están con los datos justos (precios no, no seamos ordinarios; eso siempre en una hoja que se solicita al amable galerista)… ¡Fatal! Una exposición conservadora, sin alicientes, en la que prima la obra expuesta y no la creatividad del display… ¡Ni que se quisiera vender las fotos! Eso parecerá una retrospectiva de cuando ya la has palmado, tipo museo.
Tranquilidad pues. Nada de agobios: o no vas a hacer caja o el momento de tu consagración como fotógrafo está por venir, aunque no lo vayas a disfrutar (la Woodman no vió un dólar por sus fotos). Relájate y disfruta en cualquier caso, que no te vas a tener que romper los cuernos montando la maldita exposición. Buen karma. Ooommm.
Bien, muy bien
Excelentes consejos. También queda muy «in» tirar de fotocopias.
Excelentes consejos. La expo a base de fotocopias también está bien vista.
Casi con miedo, me confieso: nunca he vendido una foto. No sé nada de los clásicos, de técnicas de iluminación o de arte. Ni siquiera uso una réflex. Tengo una bridge, y sobre todo el teléfono móvil. Y… ¡Me gusta mucho Instagram!… Ah, y no tengo amigos, tertulias o quedadas fotográficas a las que agarrarme. Yo hago fotos en pelotas, sin conocimiento, equipo ni proyecto. ¿Por qué un infeliz hace esto, si podría hacer puzzles, crucigramas o ganchillo? Es que… me entretiene, me acompaña, me ayuda a recordar los sitios y a distraerme de las rutinas cotidianas… Tengo una vida muy insulsa y lo de hacer foteo siempre me anima… Es una gran excusa para salir, ir a sitios y tener algo entre manos, en vez de estar sin hacer nada. La tele me aburre, las noticias me deprimen, los deportes no me gustan y la política me da arcadas. Y no tengo dinero para sexo, así que…
Pido perdón desde aquí por no haberme hecho con un Photoshop, un flash, un trípode… Ni un book, o portfolio, ni nada. Ni pienso hacerlo jamás. No es por el dinero, existe la segunda mano y se puede aprender con productos baratos… Es que no me interesa la Fotografía de verdad, digo, como oficio, como transmisora de información, como negocio o arte. Yo no quiero ser fotógrafo, yo lo que quiero es jugar… tirar fotos, hacer cosas que no tengan sentido ni comercial, ni artístico, ni estético. Es que yo tampoco lo tengo. Si soy oficinista y no es casualidad. No tengo historias que contar ni nada interesante que transmitir. Como buen ignorante, busco la felicidad en mis rutinas, paseos, comidas y otras cosas sin significado. Mi vida carece de altos objetivos de ninguna clase. Espero que nunca me descubran, destripen y arruinen mi hobby. Sería una pérdida para mi, y no beneficiaría a nadie… Pero hoy se hacen tantas y tantas fotos que creo que puedo pasar desapercibido y estar tranquilo. ¿Verdad?