Tengo que confesaros que a mí esto sacarle provecho a las fotos de viaje me está costando la salud. Por más que lo intento no lo logro. Haga lo que haga me sale el tiro por la cubeta. ¡Qué calvario estoy pasando!
Como casi todos los que empiezan en la fotografía, yo empecé con alegría mi andadura a través del cauce natural de las personas con una infancia feliz, es decir, a través de la pirotecnia visual. Al fin y al cabo los pirotécnicos no son más que coleccionistas de cromos de un álbum en el que las fotos ya están todas hechas, sin margen de añadir más. Lo más fácil era empezar por ahí.

Para terroríficas las fotos que hacía yo…
Al principio, lo que me molaban eran las fotacas exóticas de viaje, con su Naturaleza exuberante y su gente que viste y habla raro. Así que me suscribí al National Geographic dispuesto a copiar su estilo, con ganas de repetir exactamente las mismas fotos. Además me pareció entender que con la suscripción te regalaban unos McFlurrys de esos bien sanos. Cuando fui a canjearlos al fast food de al lado de mi casa me enteré de que no había nada de eso. Resultó ser un fotógrafo famoso.
En mis primeros viajes como pirotécnico me pillaba unas pulmonías de cuidado. Era lo que implicaba estar esperando 10 horas en un monte escarpado hasta que la luz incidiera en la catarata de forma óptima para realzar su volumen. ¿Cómo lo harán los genios de la fotografía de la naturaleza para no morir en el intento? ¿Será verdad eso de que ellos disparan desde casa por 3G y el que va a pelarse de frío es un becario? En fin, sólo tras unos cuantos viajes tenía la paciencia necesaria para pasar noches enteras en la playa haciendo fotos. No me iba hasta que no conseguía alinear el cinturón de Orión con la rama semisumergida en el agua. Yo por esa foto era capaz de cualquier cosa.

Mi reino por hacer esta foto de Lincoln Harrison
En los foros de Internet me habían dado pistas de cómo no relacionarme con los nativos de los países que visitaba. Me refiero a esas personas a las que no me acercaría en mi país ni loco pero que me atraen mucho en el suyo por lo exóticas que son. Yo siempre intentaba fotografiarlas sin preguntar ni cómo se llamaban ni establecer relación alguna. A mí su vida no me importaba una leche, era ese puntito negro en la frente lo que me tenía cautivado y dándole vueltas a qué estaba haciendo mal, por qué me perdía detalles en las sombras. Así fue como aprendí lo del modo de medición puntual. Si me lío a darle palique no habría caído nunca en la cuenta.
Llegó un día en el que pensé que tenía un trabajo muy maduro y muy McFlurry sobre la India, así que me hice un fotolibro Hofmann y lo mandé al concurso de RM a ver si sonaba la flauta. Nada. Subí las fotos a Ojo Digital y me las pusieron a bajar de un burro con la dichosa trepidación, el enfoque y los tonos medios. Yo ya no podía más. Me replanteé muchas cosas, entre ellas mi acercamiento a la fotografía. Pensé que como fotógrafo trascendental y moderno la cosa iría mejor. Me apunté a terapia para ser un atormentado (casi vuelvo loco al psicólogo explicándole los motivos). Al poco vendí la réflex y todo mi equipo, compré 100 carretes de medio formato y una cámara de los años 60 por eBay.
Mi amigo Indalecio me dio la clave definitiva para hacer proyectos de autor basados en viajes. Me dijo que debía hacer como Rinko Kawauchi y Katsumi Omori, que tienen un trabajo llamado ‘Istambul’ que podría estar hecho en Lavapies. O como Federico Clavarino con su libro ‘Italia o Italia’, que al parecer debe estar muy quemado con su país para hacerle esa publicidad. Es decir, que para ser moderno no tiene que reconocerse en absoluto el sitio al que has ido. Nada de caer en lo típico, en lo exótico. Hay que potenciar la visión personal, única e inédita de los no lugares. Fotos que no tengan ninguna opción de acabar en la Guía Azul.

Obviamente esa mirada y esas gafas sólo son de Istanbul (Foto de Katsumi Omori)
Me fui de viaje a París, la ciudad del amor y la luz, con el firme propósito de hacer fotos oscuras de desamor. Ignoré sistemáticamente todos los monumentos, los cafés, las baguettes, el acordeón, el río, las gárgolas. Si a veces no había más remedio que meter en el plano algo reconocible entonces desenfocaba la foto a tope. En fin, que me quedó un reportaje que podía estar hecho en Seseña. Pues bien, no me lo aceptaron en ningún visionado. Me dijeron que me fallaba el concepto, que no podía presentar más fotos que texto. Además, mi novia casi me echa cuando volví con esas fotos a casa. Todavía sigue sin creerse que saliera de mi pueblo realmente, que más que ir a la ciudad de la luz yo donde estuve fue en el local de las lucecitas rojas.
Ahora entiendo bien por qué hay tanto proyecto basado en el viaje interior, porque fotografían lo que les da la real gana.
Chapeau, sobre todo lo de presentar más fotos que texto, menudo atrevimiento
gracias por seguir ahí, como siempre estupendo. Os tenía preparada una foto de mi pepino & vuestra camiseta en machu picchu, pero unos dias antes me robaron la camiseta en el hotel 😦 ahora, le tengo que dar una vuelta al tema. Por cierto, ya debe haber por ahí un indígena con ella puesta. No os extrañe aparecer en una futura serie de Steve McCurry en Los Andes.
¡Que una camiseta nuestra la lleva alguien (no necesariamente indígena) en Los Andes!… ¡Sí que hemos llegado lejos! Por cierto, siguen a la venta en http://cienojetes.bigcartel.com
Lejos y alto, querido Canon. 😉
«… Me refiero a esas personas a las que no me acercaría en mi país ni loco pero que me atraen mucho en el suyo por lo exóticas que son…» has apretado el disparador en toda la llaga… comentario brillante.
Si os venís por Barakaldo algún día, a fotografiar la esencia existencial de estas gentes del norte haciéndole fotos al agua en suspensión de algún charco, avisad por favor, pisaremos los que hagan falta para vosotros.
Tras leer este post he roto mi billete a Jordania y he pasado la cámara por la minipimer. Me paso a los desayunos de Instagram. Me parto.
Nada, lo mejor para hacer buenas fotos es comprarse una reflex 35mm de 5000 euros o un respaldo de formato medio que cueste 20.000
Precisamente estos días hacen en Madrid una conferencia que reza: La influencia de National Geographic en la fotografía en color.. mandeeee???? yo creo que este texto está más acertado en cuanto a la influencia de esta revista en el cosmos fotográfico 😀 hay que ver como nos gusta darle a la pandereta 🙂
Ya no se que es mas divertido y surrealista; vuestro blog, ó alguna de las paginas web de gente que aqui opina.
Las páginas, José Luis, las páginas
Mira Nacho……………………como se dice en Venezuela: «El sol sale para todos». En ultima instancia, ¿quien soy yo para criticar a nadie?. Lo que pasa, es que ves cosas realmente sorprendentes, pero supongo que esas cosas mas que restar, suman.
Un gran saludo.
Esas afotos de primer plano de campesino albano con rostro más que surcado, agrietado, labrado y desmenuzado, esas auroras boreales verdosas de Islandia de a «ojo de la cara» la foto, esos puestos de comida indescifrable del chiringo del morito…nada, donde esté el viaje interior que se quite todo.
Muy bueno, da gusto leerte.
Lo del anuncio de la revista NG al final del post es una coña no?¿
Lo parece, pero no. Al parecer está saliendo ese anuncio debido a la temática del post. La oferta es real.
Malditas cookies!! estoy hasta las webs de ellas…
Creo que las vacaciones les han hecho mal… regresaron menos picantes que de costumbre
De todas formas: LARGA VIDA A LOS CIENOJETEROS!!!
Eres mi idolo. De tu boca salen palabras MUY sabias!
Me vas a poner la saturación del rojo por las nubes…
Nikos Ekonopoulos, Jordi Esteva, Bernard Plossú, Miguel Rio Branco,Agence Vu… Huella, documento y mácula. Contaminación exógena, infección endógena. Anticuerpos y vacunas. La Odisea, «El Ulises». Tocarse los genitales tirado en el sofá mientras se aprende la fórmula magistral a 12,45 al año para, aprendida, recitarla tocándoselos al éxotico en su propio mainstream desde una hamaca.
Salud y saludos.
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