El tiempo se me echaba encima. Había pasado los cuarenta años de edad y mi sueño, vivir de la fotografía, estaba lejos de cumplirse.
Ya lo había intentado hace un par de años con la BBC. Pero con las primeras fotos, que hice para la boda de mi prima, me di cuenta que aquello no estaba hecho para mi. Era muy duro pasar días y noches quitando granos con gaussianos. Y, como hemos visto en el post anterior, es muy difícil hacerse rico como reportero de guerra. Encima la sangre me marea.
Lo único que me quedaba era pegar un pelotazo. Una creación fotográfica potente que sorprendiera, removiera y enriqueciera. Esto último sobre todo a mí, por supuesto. ¿Sería posible tamaña dicha?
Una mañana en la cola del paro me vino la inspiración. ¡Tenía que hacer un fotolibro! A ver si sonara la flauta y me ocurriera como a la De Middel, de quien dicen que ya hasta vende fotocopias de páginas sueltas de su libro, firmadas y seriadas, por 50 pavos. (Por cierto, Cris: si me quieres regalar un libro… Quién sabe los miles de euros que puede alcanzar el día de mañana en la reventa…).
Me puse manos a la obra. Quiero decir que me puse a pensar. Llegaron las preguntas. Y la primera fue la inefable: ¿Qué quieres contar, Pepinos? Para llegar a las respuestas, más preguntas: ¿De qué tienes que hablar para poder forrarte de un golpe y no de siete? ¿Cual es el rollito de moda? ¿Que temáticas son las más demandadas a día de hoy? ¿Qué gusta a los modernos esos que compran fotolibros? ¡Piensa Ni Con!
Busqué consejo en amigos fotógrafos con cierto éxito. Me leí los post del papa Spottorno retrocediendo hasta el año 2008. Le pregunté a un galerista de Chueca. Fui a librerías a hojear fotolibros hasta que me echaron después de desprecintar demasiados. Charlé con un visionario. Hasta hablé con un director de museo. Nada. No supieron iluminarme.
Asumí que mi búsqueda tenía que ser en solitario, tenía que ser una búsqueda personal. Me puse a editar mis propias ideas; y descartadas otras alternativas, me quedé con estas tres opciones:
1. El conceptualismo. Aun no lo domino. Estoy en ello. Todo se andará. Voy a clases gratuitas de meditación tántrica y leo a filósofos del arte fotográfico como Gonzalo Puch, pero me está llevando mucho tiempo asimilar sus profundos contenidos. De momento hacer esto sería precipitado y descabellado. La audiencia pensaría que se la quiero meter doblada; quedaría como un jetacas y me condenaría artísticamente de por vida. Por ahora el fotolibro conceptual, descartado.
2. El viaje a países exóticos, sólo fotográficamente hablando. Esto podría funcionar, pero no tengo suficiente dinero para irme a Islandia, ni a la India, ni a Cuba, ni a Kazajistán. No. El viaje documental de tierras ajenas y lejanas, descartado.
3. El proyecto sobre la identidad personal. La búsqueda del yo. Esto podría funcionar. Con el viaje interior me ahorro las perrillas del viaje mochilero a un país raro y, si todo sale bien, con lo que gane me voy de crucero. Jeje. ¡Aprobado!
No me queda otra. Si quiero pegar el pelotazo lo mejor es hacer un proyecto íntimo y personal que una vez madurado, culminará en forma de fotolibro. Estoy obligado por cojones a ser honesto conmigo mismo.
El problema es que no sé si tengo discurso interior o no. Y he observado que esto del discurso es fundamental cuando las fotos no valen una mierda. Muchas veces es casi más importante la disertación, el rollo escrito y hablado, que la foto. Asi que, ¡fuera timidez! Me tengo que armar de valor y de jeta. ¡Come on!
En ese punto estoy. Esto no puede fallar. No me puedo fallar. En mi próxima entrada os cuento como lo llevo.
Las referencias son muy molonas !! . El texto muy de coña. Y la meditación nada que ver con el conceptualismo !!!! Son contrarios !!!
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