Pues seguimos hoy con el SEGUNDO DÍA DE TALLER. Y ÚLTIMO, A DIOS GRACIAS.
Empezamos la mañana con un repaso de la obra del autor. Yo no conocía de nada al insigne, pero muchos comentaron que estaban allí porque era un cerebro en esto de la fotografía; lo admiraban. Asi que maldita la gracia que les hizo ver como el profe se iba a limitar durante un par de horas a proyectar su obra.
Una vez puestos en faena el cañon laser no funcionaba. ¡Oh novedad! Salió muy decidido a intentar resolver el tema uno de los alumnos, que dijo que entendía de eso un poco. Y tan poco: lo estropeó aun más. Llamaron al informático de la empresa. Pero, ¡oh novedad! Estaba desayunando fuera. Mientras llegaba el teeernicooo, el profesor en vez de avanzar materia se dedicó a chismorrear y hasta contó un par de chistes. ¡Qué graciosete el amigo! Mientras, la máquina de los cafés echaba humo. ¡Os recuerdo que eran gratis y estamos en España!
Finalmente el proyector quedó operativo y ahí que empezó el experto a poner fotos suyas. Lo que más decía era dónde las hizo, pero de cómos y porqués, poquito. Poco que ver con el título del curso que os recuerdo era: Fotoinstrospección creativa. Como puso tantas fotos, su tono de voz era monótono, la sala estaba a oscuras y era una hora difícil -la de la siesta del borrego-, yo no pude evitarlo y acabé cayendo en un pesado sopor aumentado por los movimientos hipnótico-pendulares de uno de los asistentes:
¡El hombre yoyó! Curioso fue descubrir que respecto a todo lo que decía el maestro entre el público había críticos exacerbados (pero de pasillo, ninguno se atrevía a decirlo a la cara) y admiradores natos. Entre éstos últimos destacó el que apodé de aquesta manera. A este notas, todo lo que decía el erudito le parecía estupendo; y lo demostraba con movimientos ostensivos y asertivos de cabeza como si fuera un perrito de esos de luna trasera de seat 600 ó 127. No paraba. ¡Qué musculatura cervical! ¡Admirable el hombre yoyó!
Una brusca cabezada me despertó y al poco se levantó la sesión pues era hora de comer. Después de hacerlo en un restaurante donde profesor y coordinador papearon por la patilla, salimos un rato a la calle a hacer fotos. Ahora sí que el profesor explicó que teníamos que crear desde nuestro interior. Nos dijo que dejáramos fluir nuestra creatividad de dentro pa fuera. Nos comentó un par de trucos fáciles (contraluces, barridos, etc) y comenzó a accionar su obturador de forma compulsiva. Aunque tonto no era y casi siempre apuntaba, haciendo unos picados y contrapicados espectaculares, a la guapa del curso. Se perdió por una calle diciéndonos que en dos horas nos veíamos en el aula. Para mí que se fue a dormir la siesta después de la tripá que se dio.
Yo me llevé mi réflex y mi mejor pepino para sorprender a la guapa del curso, pero de poco sirvió. Sí que cuando lo saqué de mi mochila profesional la muchacha mostró sorpresa y admiración al ver el tamaño, pero desgraciadamente un argentino zalamero la acabó engatusando.
De vuelta a clase nuestro instructor echó un vistazo directamente a las pantallitas de las cámaras, pero no dió tiempo a casi nada. Se detuvo especialmente con el hombre yoyó -no lograba zafarse de él- y con la guapa -con ésta de buen agrado-. Yo, que estaba deseando ver las fotos que había hecho él, le pedí que me las enseñara; pero comentó que él llevaba película triequis en su Leica M6. ¡Pero si eso ya no se lleva, hombre! Claro que así se ahorra demostrar que sabe hacer fotos…
Llegaba la hora del visionado. Sólo dos nos llevamos fotos en papel. Ya os comenté como me la dieron en la 1ª parte. Y no sé por qué los del papel se quedan para los últimos siempre. La mitad de los alumnos no llevaron nada y los otros se llevaron fotos en un pen-drive.
A mi me dejaron el último, cuando ya el visionador tenía la cabeza como un bombo de tanto ver imágenes. Se le notaba cansado y yo, con eso de quedarme para el final, estaba muy nervioso, temblando. «¡Venga, ¿a qué esperas?! ¡Pon tus fotos encima de la mesa!» Llevé fotos en color a tamaño 9×13 pegadas sobre cartulina gorda, como me recomendó uno. Unas 30 fotos de un viaje de grupo muy chuli a la Riviera Maya, muy variadas: playas, puestas de sol con palmeras, pirámides, gente… Pero al hombre pareció no gustarle nada y comenzó a gritar que qué era eso, que eran muchas fotos y que no veía tema. Y cada vez más nervioso comenzó a apartar fotos a manotazos de la mesa diciendo «¡Esto sobra! ¡Sobra! ¡Sooobraaa! ¡Fueeraaa!» Vino a ser una cosa parecida a lo que ocurre en el minuto 1:55 y segundos siguientes de este video:
El momento culmen fue cuando, entre risas de mis ¿compañeros?, una fotografía salió proyectada en vuelo raso. En su trayectoria casi le da al argentino locuaz que desgraciadamente la esquivó ágilmente, para seguir su viaje hacia una ventana abierta, como en la escena de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Era una foto preciosa de un mono araña y espero que no le diera a nadie en la cabeza, porque con el paspartú tenía que hacer pupita.
En fin. Se ensañó conmigo todo lo que quiso el señor experto que encima, al no ponerse guantes de algodón para manipular las fotos como procede, me las dejó llenas de huellas y deterioradas algunas por los manotazos. Quedé destrozado. Hasta he tenido que hacer terapia para elevar mi autoestima. Y ahora os hago una pregunta a todos: ¿Como se hace uno visionario de éstos? ¿Va por oposición? Parece que con poca cosa te llevas unos cuartos muy ricos a la cartera. Lo tengo decidido: ¡yo de mayor quiero ser visionario de porfolios!
me he sentido muy identificado con esta parte, gracias
Jaja. A ver si los que dan los talleres cambian ya la dinámica, que aburren, al final el taller parece que lo dan los asistentes en casi todos
Ya va siendo hora, de que los llamados «artistas» y «técnicos» de la fotografía sean más honestos y se curren el dinero que pagamos por asistir a sus «Clases Magistrales». El negocio de los talleres ha proliferado tanto en estos últimos años, que cualquier «fotero famosillo avispao y sin escrúpulos», es capaz de engañar a muchos jovenes y cándidos intelectualillos. Cada día, se van pareciendo más a nuestros queridos políticos, trepas con mucha fachada y pocos valores.
Yo me gano la vida como «hombre yo-yo», para que el profe tenga algo de feedback y los alumnos crean que alguien realmente esté interesado en lo que él diga. Llámame también dinamizador de clases somníferos.
«Las clases magistrales son el último escalón antes de abandonar la actividad.» Ariam LeGreub (1929 – ¿?)
Vaya, vaya. Opinen amig@s, porque parece ser que no soy el único… Por cierto, una cita muy a cuento, Biciman.
je, je, je… bueno, me encantaria ver la serie que presentaste para poder opinar del destrozo que hizo con ella. En cuanto a lo del los talleres, hay mucho vendedor de humo, pero mucho, mucho mucho… Lo que aprendes en uno, es justamente lo contrario que te cuentan en el siguiente. Hay que saber con quien se junta uno para poder entender lo que venden…. ¿honestos? cuatro contados con los dedos de una mano, pero cuatro.
Un saludo
Está clara la moraleja del taller. Pagaste para que un lumbreras te dijese que tus fotos estaban bien pero te fuiste con una dura realidad sabiendo que estan terriblemente mal. Te ha molestado en esceso y le has dedicado un post evidenciando tu impresionante modo de crítica y satira hacia tus fotos.
Un timador timado has sido. No se si después de leer esto me hace mas gracia el titular del taller o el listo que escribe el post.
Tendremos que seguir aprendiendo de tí y empezar a ver y saber de tus singulares imposibilidades. Esta claro y eso lo dejas muy explicado que eres una persona limitada con deficit de atención y bastante socarrona.
Al menos como parlanchín tertuliano telecinquero te podrías ganar unas perras.
yo nunca fui a un taller, hace no tanto en el 80, 82 buscabas trabajo en un estudio, y si tenias suerte al año te dejaban tocar la cámara, me refiero a desmontar, cambiar óptica, cargar película, vaciar chasis, cambiar el fusible al generador, o la pila al fotómetro o la bombilla de modelado, por que las del flash eran muy caras pero sobre todo, recados transporte de objetos y equipo. las fotos las hacías al salir del curro con tu cámara y con lo que ibas aprendiendo. y no salían tan mal.
por otro lado al que le guste la india y esos temas que se vaya al descampado donde pasan heroína en su ciudad y vera si hay color.
saludos
http://www.makaestudio.com
Muy gracioso…. me parto….
Actualmente salen muchos fotógrafos de las escuelas, aunque realmente fotógrafos solo llegan a ser uno o ninguno, lo que pasa es que los profes no lo dicen , para que no se les acabe el business , deberían salir también críticos, galerista, comisarios, etc. Pero para eso habría que poner otros profesores.
Esto es justo lo que ocurre cuando los alumnos salen del hogar escolar y se dan de bruces con la realidad. Solo con el título del porfolio se puede predecir lo que pasará; «fotos de un viaje de grupo muy chuli a la Rivera Maya»…
Totalmente de acuerdo… y eso que di algún taller 😀 Pero es cierto que por ser masterdeloquesea no significa que sepas transmitir tus conociemintos a las masas… a ver cuándo les entra eso en la cabeza (y aquí incluyo a mis profes de foto, que se supone que aprobaron unas opos y todo!). Lo peor es los leuritos que se pagan por ver y escuchar el trabajo de otro durante horas o días; y después no vamos al museo porque vale dos euros… en fin, que me solidarizo y esas cosas y de paso me alegro de vuestra existencia que esta vida fotográfica es muuuu perra y al menos me rio un rato :DD